El proyecto en arquitectura, para efectos de los análisis aquí presentados; es entendido como un proceso de pensamiento mediante el cual se transforma la realidad para permitir la vida del hombre de una bella manera sobre la tierra y bajo el cielo. Esto supone, un entendimiento de la condición espacial geográfica en la que se habita, pero implica también, el reconocimiento de una condición temporal en tanto que al proyectar se alude a un futuro visto desde un presente que proviene de un pasado. En resumen, se asume que, al proyectar en arquitectura, se organiza el espacio geográfico y la historia para permitir hábitos organizados. En este sentido, el arquitecto, mediante el proyecto, actúa como el puente de Heidegger, reuniendo el tiempo y el espacio, la divinidad del cielo y la comunidad presente en la tierra, orientando la vida mediante eventos dispuestos en sitios que una vez transformados se hacen lugares reconocibles o habitables. Como lo recuerda Salmona, los arquitectos deben transformar en vez de modificar. Una sutil diferencia que define dos maneras de proceder frente al proyecto, por lo que es importante resaltar que se requiere de un conocimiento previo del entorno para transformar mientras que al modificar, se alude a actos caprichosos que no corresponden con la información del entorno sino que obedece a impulsos infundamentados del buen gusto de quien opera. Sin plantearse un problema previo que oriente la información, la forma deja de lado su universalidad y se vuelve personal, aproximándose al arte, pero alejándose de la forma arquitectónica, que tiene su propio saber acumulado. En este sentido, el análisis en el proyecto arquitectónico, permite entender la información del sitio, la vida y la técnica por medio del estudio de la formalidad de cada uno por separado y de todos interactuando, dado que, estos factores reunidos se convierten en la base del conocimiento del arquitecto y por ende el origen de la forma de la arquitectura.
“(…) El arquitecto que modifica, destruye un paisaje urbano, un paisaje natural; el arquitecto que transforma, lo enriquece”[1] ROGELIO SALMONA.
En ese orden de ideas, lo primero es informarse para transformar. El análisis se presenta entonces, como el comienzo de un proceso desde el cual se aborda el proyecto en la arquitectura. La información, es la materia prima de la forma, descomprimida y recompuesta a través el proyecto, en una interacción simultánea de análisis y síntesis que conduce a respuestas técnicas responsables que devienen de la forma mientras que generan nuevas. Ese es el valor del análisis, recopilar, organizar y jerarquizar la información de una determinada situación para prescribir un enunciado que oriente las decisiones. Mediante el análisis se formula un problema al que responde el proyecto y se encuentra una oportunidad.
Formular y Conformar la Forma.
Dado que en el proyecto se le da forma a la vida del hombre, lo primero es formular y por ende diagnosticar el sitio y luego el tipo de rito que se quiere disponer sobre el mismo. Luego, cuando se entiende el problema, surge La forma, para conciliar una relación conflictiva establecida entre la actividad humana (estable) y la naturaleza (variable) en que se desarrolla. La técnica reúne al hombre y la naturaleza, por lo que la forma no es un fin, sino un medio que permite esa comunión, es un resultado del proceso, no el comienzo del mismo. Lo primero es la formulación del problema. ¿Dónde se instaura la vida? ¿Qué tipo de ritos son importantes? ¿Cómo lograr esos ritos en ese sitio? El sitio, la actividad y la técnica nos permiten formular uno o varios caminos.
Para Analizar es necesario dirigir la mirada. Se debe indagar sobre lo fundamental e innegociable del proyecto, luego se debe cuidar el camino planteado, argumentando las intuiciones y abandonando los caminos que no resultan convincentes. La jerarquización de la información es más fácil una vez se formula un enunciado que a manera de problema, intente dar respuesta a aspectos del territorio y la cultura para el cual se trabaja. A un problema planteado, una o varias estrategias ordenan las operaciones del tiempo del proyecto y la forma planteada en el mismo. Esto, con el fin de dar respuestas a las necesidades humanas, por lo que hay que ser sintético para ser analítico, pero sobre todo hay que ser analítico para ser sintético. ¿Qué debo analizar? ¿Qué debo sintetizar en las formas planteadas? Esa es la búsqueda del proyecto, por lo que viene bien recordar a Le Corbusier cuando dice que, el arquitecto no responde a preguntas, sino que sabe plantear problemas con claridad.
Para lograr ordenar el camino, lo primero es encontrar el comienzo del mismo. Los problemas son el comienzo del proyecto, revelan el espíritu de una época. Posiblemente los problemas han sido siempre los mismos, lo que cambia es la manera como se resuelven. El principal problema está en encontrar una forma ideal de vida. La utopía es siempre una búsqueda, es lo mínimo que podemos plantearnos para comenzar a proyectar.
En ese sentido, históricamente se nos han presentado diferentes maneras de asumir nuestro oficio. Siempre el hombre ha planteado reflexiones alrededor de las técnicas, las tectónicas y las tecnologías más pertinentes para alcanzar los sueños de un mundo mejor. Eso caracteriza cada periodo de nuestra historia y por ende cada arquitectura. Desde los primeros asentamientos agrícolas, pasando por los templos en piedra de la Grecia clásica hasta la diáfana espacialidad lograda por la utilización de vidrio, acero y concreto; del movimiento moderno; todos los esfuerzos humanos están dirigidos a expresar una manera de habitar. Respuestas que han quedado consignadas en las consistencias del espacio expresadas por la arquitectura, convirtiéndose en un camino ya empezado por otros hombres que, con su esfuerzo, han consolidado un legado que debe nutrir nuestro saber. La arquitectura se aprende viendo arquitectura. La forma de todas las épocas y todos los lugares, así como las partes que la componen, son como palabras y letras de una conversación sostenida por el hombre y el mundo, una conversación de la cual nuestras obras son parte y por eso se debe empezar por reconocer esa información previa, analizándola e incorporándola en el proyecto. El ser erguido y el horizonte que lo alberga, dialogan y guían nuestro camino.
El proyecto en arquitectura, como se presenta en la información consignada en este texto, no es asumido como un encargo, sino como la continuación de un proyecto mayor, el proyecto humano. En ese sentido parece auténtico el afán propio de los arquitectos por ser originales, en tanto que esta preocupación debería situarnos en el origen mismo de nuestro oficio, llevándonos a buscar respuestas en experiencias pasadas, en información resguardada de los velos de las modas y cercana no solo al comienzo, sino sobre todo al sentido de nuestro hacer. La arquitectura nos asombra, nos revela mundos ocultos, nos presenta formas de vida, mostrando una luz que conmueve y nos mueve a un futuro desde el pasado. La geografía y la cultura se encuentran en la arquitectura. La forma arquitectónica re-presenta un sitio haciéndolo entendible al ser espaciado. El proyecto entra en escena dado que permite descomprimir la información acumulada en esa búsqueda histórica. Se procura la belleza mediante la delimitación humana del espacio robada de los ecosistemas de las fieras. Aparecen distintas y los secretos de la poesía se nos manifiestan. Le Corbusier dice en “Precisiones” que: “la técnica es la base misma del lirismo”. Esta máxima se constituye en la base misma del curso de Análisis de la Unidad Avanzada, cuyo producto es un aporte al proyecto, haciéndolo consistente en un documento técnico que soporta las decisiones del arquitecto sobre la forma, ósea sobre la del espacio natural re-organizado. Esa forma de analizar para entender y organizar el pensamiento y por ende el espacio, es lo que se presenta en las siguientes páginas. El enfoque sistémico se vuelve un camino para enfrentar esta tarea.
“Tal enfoque unificador existe efectivamente. Ha nacido en el curso de los últimos treinta años, de la fecundación de varias disciplinas (…) es la integración de las disciplinas realizadas en su entorno. Este enfoque transdisciplinario se llama enfoque sistémico. Es el que simbolizo en este libro por el concepto del macroscopio. No hay que considerarlo como una «ciencia», una «teoría» o una «disciplina», sino como una nueva metodología que permite reunir y organizar los conocimientos con vistas a una mayor eficacia de la acción. El enfoque sistémico, se sustenta en la noción de sistema. Esta noción, con frecuencia vaga y ambigua, es, no obstante, empleada hoy en un número creciente de disciplinas, por su poder de unificación y de integración”.[2]
En las próximas líneas, indagamos por el espíritu de nuestra época. Por encima de las antiguas leyes que ordenan el territorio, el arquitecto se entrena con sus propios medios para enfrentarse a la realidad mediante las preguntas del proyecto ordenadas al plantearse un problema que da origen al mismo. Para tal fin, el proyecto se aborda desde el enfoque sistémico, permitiendo entender la complejidad por la interacción de las partes que lo componen, más que por la composición del mismo. Entonces el enfoque sistémico, a diferencia del análisis científico, no separa para entender, sino que intenta dar cuenta del conjunto dinámico y la operación sistémica de este. Se asume de este modo, un entendimiento sistémico del espacio-tiempo sobre el cual trabajamos los arquitectos, en una realidad compleja y dinámica en la que se altera el entorno natural y construido por medio de sistemas[3]que lo organizan. Trabajamos sobre un encadenamiento de niveles de contención que incluyen la atmosfera, la geografía, el paisaje alterado de un entorno próximo, la ciudad, la vegetación y la topografía circundante, las fachadas del edificio, la piel, los órganos y las células con las membranas que las conforman y contienen. Un todo sistémico, en el cual se genera un intercambio constante de energía e información. Un todo en el cual la arquitectura se inscribe como un sistema más de un conjunto mayor a la vez que contiene otros sistemas. Como el cuerpo que sustenta la vida misma, se media entonces, sistémicamente, una forma de ser hombre en el planeta. Las palabras sostenibilidad y bioclimática, aparecen en escena, siendo estas, al igual que la belleza, propiedades emergentes[4] de la operación sistémica permitida por la arquitectura.
La delimitación del espacio surge de dar respuesta a una conflictiva relación de lo natural con lo humano. Una crisis surgida del encuentro de la variable condición climática exterior y las estables condiciones internas buscadas por el cuerpo para vivir confortablemente. Estabilidad espacial lograda por la homeostasis que supone un habitar confortable (bioclimática) y que utilizando el mínimo de recursos no compromete el futuro supliendo las necesidades del presente (sostenible). La orientación espacial de estas dos palabras se complementa con la belleza que es una noción que nos recuerda otras cosas otorgando una orientación temporal dada por la memoria.
Estos temas se presentan en los sistemas y subsistemas operando por medio de los proyectos y sus análisis que se recopilan en esta publicación. Interpretados por los estudiantes del curso de Análisis, se sintetiza el conocimiento colectivo de un semestre por medio de imágenes que, como técnicas, permiten dar forma a la intuición haciendo uso de las tecnologías y tectónicas de los proyectos y la representación de los mismos. Sobre la base de certezas construidas en este periodo, la información aquí organizada, se hace conocimiento del problema que orienta los proyectos de grado, pasados y venideros.
Se aproximan los estudiantes a un sitio y con la información del mismo elaboran un plano topográfico, que como un mapa, consigna una mirada del sitio, orientada a revelar respuestas originadas en la pregunta por el ¿dónde? Luego mediante matrices que buscan cuantificar y cualificar otras arquitecturas, se pretende reconocer cómo las mismas actividades humanas se han configurado en otras épocas y latitudes, dando respuesta a la pregunta por el ¿qué? Finalmente, se supone una serie de estructuras formales que sustentadas por estructuras portantes, retoman tipologías, arquetipos, y demás categorías universales propias de la arquitectura, para orientar las consignas originadas por las indagaciones respecto al ¿cómo? Una secuencia lógica que ordena el tiempo de los estudiantes en un proyecto que parte del estudio del sitio y luego continúa con los análisis de las posibles actividades instauradas en el mismo, reunidos estos dos, sitio y ritos, por medio de la técnica. Un tetraedro que toma como base la formalidad de estos factores para entender la organización de los mismos. La forma se centra en este modelo análogo tomado del libro “The Building systems integration handbook” de Rush Richard. Retomando experiencias previas de dos profesores del departamento de arquitectura de la Universidad de los Andes, Camilo Villate y Rafael Villazón dejan como legado el modelo análogo que, modificado por cada estudiante del curso de análisis, contiene y organiza la información general del sitio y luego del proyecto u otros proyectos estudiados, permitiendo entender relaciones sistémicas entre diadas y triadas de temas que operan sobre la realidad estudiada.
Luego que los estudiantes han consignado la información estudiada, se generan matrices en las que cada uno da cuenta de pruebas de su propio proyecto, como en una especie de simuladores, se intenta verificar aciertos y desaciertos de una forma u otra frente a los aspectos que preocupan a cada estudiante, tanto de sus proyectos como de otros. El tetraedro es una herramienta para ver el sitio, ver otras arquitecturas y de paso el mismo proyecto.
El análisis es entonces una manera de comprender la realidad, y la forma como el proyecto de arquitectura la transforma. Además, es el nombre de uno de los tres cursos que componen la Unidad Avanzada, que remplaza el antiguo proyecto de grado. El curso de Análisis es entonces un sub-sistema del sistema de la Unidad, interactúa con los otros cursos que a la vez son sistemas del mismo todo. El Taller reúne el conocimiento a la vez que genera los proyectos, sobre la base técnica ofrecida por el curso de análisis, que alude a cuestiones particulares de cada caso y el curso de teoría que comprende las cuestiones universales propias de nuestro oficio y del mismo en Colombia. Se conforma entonces una unidad hecha de tres partes reunidas por el proyecto mismo, el cual, como una máquina, incorpora y genera información desde la forma. A continuación, la máquina operando.
[1] Rogelio Salmona: espacios abiertos / espacios colectivos; museografía José Ignacio Roca; asesoría curatorial Jean Dethier; fotografía Enrique Guzmán. [et al.]. Bogotá: Sociedad Colombiana de Arquitectos, 2006.
[2]Tomado de: EL MACROSCOPIO, hacia una visión global. Joël de Rosnay. Madrid: Editorial AC, c1977.
[3]Un sistema es un grupo de partes y objetos que interactúan y que forman un todo o que se encuentran bajo la influencia de fuerzas en alguna relación definida”. Johansen Bertoglio Oscar. Introducción a la teoría general de sistemas. Limusa, Mexico 2002.
“..cuando tenemos una totalidad provista de sinergia, es decir, que la suma de las partes es diferente al todo, podemos hablar de sistema.” Tomado de “Introducción al pensamiento sistémico”. Juan Carlos Osorio Gómez. Programa editorial Universidad del Valle. Santiago de Cali 2007. Página 14.
[3]“Según la definición más usual un sistema es un conjunto de elementos en interacción’. Una ciudad, una célula, un organismo, son sistemas. Pero también un automóvil, un ordenador o ¡una máquina de lavar! Se ve que una definición como ésta es demasiado general. Por lo demás, ninguna definición de la palabra sistema puede resultar satisfactoria. Sólo es fecunda la noción de sistema. A condición, claro está, de medir su alcance y sus límites” y complementa adelante “Existen otras definiciones de la palabra «sistema» aparte de la que se ha dado al principio de este capítulo, la más completa es la siguiente: ‘Un sistema es un conjunto de elementos en interacción dinámica, organizados en función de un objetivo’”. EL MACROSCOPIO, hacia una visión global. Joël de Rosnay. Madrid: Editorial AC, 1977.
[4]Los sistemas tienen propiedades emergentes que no se encuentran en las partes que los componen. No se puede predecir las propiedades de un sistema entero dividiéndolo y analizando sus partes. Si un sistema se descompone, no se encontrarán sus propiedades esenciales en ninguna de las piezas resultantes. Estas propiedades solo surgen cuando el sistema entero actúa. Solo poniendo en funcionamiento el sistema se podrá saber cuáles son sus propiedades emergentes que además son la esencia misma del sistema. Tal y como lo menciona Joel de Rosnay: “Evolución y emergencia. Los sistemas vivos pueden adaptarse (dentro de ciertos límites) a modificaciones brutales acaecidas en el mundo exterior. Poseen, en efecto, detectores y comparadores que les permiten captar señales provenientes del exterior o del interior, y comparar estas señales con valores de equilibrio. Cuando se producen divergencias, la emisión de señales de error permite corregirlas. Si no puede alcanzar su antiguo estado de equilibrio homeostático, el sistema busca, por el juego complementario de los bucles, nuevos puntos de equilibrio y nuevos estados estacionarios. La evolución de un sistema abierto es la de integrar estos cambios y estas adaptaciones (…) Esta evolución se materializa por niveles jerárquicos de organización y por la emergencia de propiedades nuevas (…) A cada nivel «emergen» propiedades nuevas, que no pueden explicarse por la suma de las propiedades de cada una de las partes que constituyen el todo. Hay salto cualitativo (…) La propiedad de emergencia va ligada a la complejidad. El aumento de la diversidad de los elementos, el del número de enlaces entre estos elementos y el juego de interacciones no lineales conducen a comportamientos difícilmente predecibles”. Tomado de: EL MACROSCOPIO, hacia una visión global. Joël de Rosnay. Madrid: Editorial AC, c1977.