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Armar granjas de aprendizaje en el desierto.

La educación es un proceso abierto que cambia en el tiempo e involucra diferentes miradas y aspectos. Para no aterrizar sin un contexto arraigado al territorio, los procesos de creación de campus de la FPD han abierto una conversación permanente con los diferentes actores involucrados. De esta forma se entiende el diseño como una respuestas a condiciones preexistente mediante formas mediante las que se busca tejer hábitos de aprendizaje para los niños y niñas, sus profesores, familias y comunidades. 

Las actividades y las técnicas de los colegios proyectados para La Guajira, no nacen entonces de prefiguraciones gestadas en oficinas de Bogotá si no que son derivadas del entendimiento climático y cultural de cada proyecto de manera que las formas de los colegios deviene de un entendimiento de las tensiones preexistentes en cada sitio y son reinterpretadas en reuniones multidisciplinares en las cuales se busca que las decisiones surjan del entendimiento de la realidad de una forma sistémica que propende por sinergias colaborativas que con pocos recursos genere el máximo de impactos positivos en la comunidad que habitará el colegio, la cual es parte integral de la creación del mismo.

Este enfoque tiene tres pilares que se enlazan en la manera como se implantan los volúmenes, se definen las relaciones entre espacios, las formas, sistemas constructivos,materialidades y organización del conjunto. 

1. Conversación con la comunidad. 

Entender desde adentro a los actores, sus anhelos, preocupaciones y miedos e intentar establecer vínculos con aspectos universales de las tendencias globales de forma sencilla, austera y potente; es un reto de cada colegio. Se trata de lograr hacer mejor la vida de quienes habitan el territorio y para ello se indaga por que intimidad, la manera como habitan y sus relaciones familiares ya que los colegios involucran la red de los estudiantes y debe complementar aspectos que muchas veces surgen desde el mismo hogar. Para otorgarle oportunidades de bienestar a la comunidad académica y el sistema socio-económico en el cual están inmersas las aulas, debe entenderse que estas son un eslabón más de una cadena de relaciones que se inicia en las familias y se proyectan a conjuntos sociales complejos. Desde una mirada del individuo se expande el análisis hacia el entorno, de manera que el colegio se presente como un lugar de oportunidad para los intercambios, encuentros y construcción y fortalecimiento de saberes dentro y fuera de los horarios de clases. De esta forma las aulas son vistas como una célula que es parte de un organismo que se amplia hacia su contorno mediante lugares abiertos que abrazan diferentes actividades de ocio destinados al juego, la actividad cultural y el aprendizaje espontáneo. Se trata de tejer relaciones con paisajes que se incorporan en la cotidianidad de las clases y se vuelven lugares seguros y flexibles para adaptarse a las necesidades cambiantes de las comunidades y las personas que los habitan. 

2. Conversación con el clima.  

Al mismo tiempo que se entienden los actores, se abre el vínculo con la geografia que historicamente han ocupado.  Las difíciles condiciones de un clima hostil como el de La Guajira, hacen que sea fundamental lograr un lenguaje de austeridad y eficiencia que comulgue con su contexto a la vez que sea capaz de generar una disrupción que facilite un orden en el que se priorice una lectura de comunidad y se pueda tejer la diversidad de voluntades individuales. Este sutil vinculo que surge entre una mirada nueva que llega a construir vínculos sin romper dinámicas que se han tejido en el paisaje historicamente decantado, busca establecer un lenguaje sencillo mediante el cual se puedan conformar recintos resguardados de la intemperie hostil del desierto. Pocos elementos dispuestos con lógicas orientadas al resguardo del sol, definen una arquitectura que es esculpida por las tensiones de un lugar en el que es difícil lograr condiciones de confort que faciliten los procesos de aprendizaje. 

Las lecciones para los proyectistas, están en muchas ocaciones en el sitio en donde las casas han entendido con recursos muy limitados, la mejor manera de responder al calor intenso y los impactos del viento. Esa conversación con la tradición es parte del espíritu de los proyectos en los cuales siempre se busca retomar elementos existentes y transformarlos con dinámicas contemporáneas. Muros, pisos y cubiertas, se componen de forma tal que la arquitectura es un maestro más que puede ayudar a entender nuevas relaciones con el lugar en las cuales, además del resguardo del encierro histórico de muchas construcciones, también se pueden involucrar aperturas que inviten a estar en espacios intermedios que conecten el interior con el exterior, la memoria con visiones futuras, la vida académica con la comunitaria, la cultura y la naturaleza. Estos espacios intermedios propiciados por los colegios, son lugares de sombra y asombro, son sitios que involucran vegetación, pérgolas o voladizos que además de resguardar las fachadas de los edificios del impacto de la radiación solar directa, generan sitios de permanencia al exterior. Además,estos lugares de sombra que exteriorizan la actividad que suele estar adentrada para protegerse, propician un aire fresco circundante a las aulas que luego se adentra por las partes bajas de los volúmenes para refrescar el interior de los espacios la altura del cuerpo de los niños y luego ese mismo aire se saca por la parte alta de los recintos mediante una convección facilitada la por la dilatación de las cubiertas a dos aguas que sirven para llevar luz indirecta al centro de la planta de los espacios. 

Todo este mecanismo de ventilación cruzada e iluminación natural y protección solar de los volúmenes se logra gracias a la implantación de formas alargadas que miran hacia el norte de manera que el impacto del sol directo de occidente y oriente se impide por muros que suben en las caras cortas de esa noción de espacios intermedios lograda por ámbitos conformados por elementos que dan sombra mientras que abrazan el paisaje que circunda los espacios académicos. 

3. Conversación con las técnicas existentes. 

El Yotohoro, tomado de los cactus y otros tejidos de madera historicamente empleados por los habitantes del territorio, sirven para delimitar zonas seguras para los niños, envolviendo un lugar tomado prestado al desierto para otorgarlo al aprendizaje. 

La poca presencia de agua del sitio debe buscarse en pozos profundos y en los mejores casos, permite armar granjas contenidas por los cerramientos antes descritos, los cuales son tejidos por las comunidades para proteger las huertas y salones de las cabras y demás impactos circundantes. 

Los bloques de cemento, también hechos por actores locales, se eligen de color ocre para otorgar superficies amables que con la luz definen atmósferas en las que las sombras exteriores cambian con el paso del sol mientras que adentro se incorpora una iluminación matizada por elementos que protegen en los planos verticales de la fachada.

Los sistemas portante compuestos por muros arman esquinas rígidas que de forma sencilla dan la estabilidad al conjunto tejido con cubiertas livianas apoyadas sobre vigas metálicas prefabricadas armando un conjunto de pocos elementos que as armado por mano de obra local que integra diferentes saberes en la construcción.

Estas conversaciones con actores, clima y cultura local, de la cual hemos venido hablando; son la esencia de un proceso en el cual la FPD aprende mientras enseña.

Es un dialogo en el que las partes crecen en conocimiento sobre técnicas constructivas, saberes, conciencia climática y arquitectónica, cocreación y diseños participativos.

La forma en que se involucra a la comunidad en la gestación del proyecto educativo desde la planeación, el diseño, la ejecución de la obra y el mantenimiento, abarca una lógica en la cual todo el ciclo de vida es tejido por los mismos actores que se organizan entorno a una visión conjunta de un mejor futuro posible logrado por estos esfuerzos colectivos materializados por colegios que son entendidos como mecanismos que pueden romper fronteras que separan para construir umbrales que integran y tejen nuevos vínculos en lo económico, lo ecológico y lo social para apoyar la resiliencia y sostenibilidad de comunidades que históricamente han tenido condiciones muy difíciles para sus vidas.

En ese sentido los colegios de la FPD sirven de mecanismo para abrir caminos de esperanza mediante sencillos procesos de composición en los que se dejan de lado los caprichos formales de los arquitectos para dar paso a lógicas mediante las cuales se intenta dar respuesta a las necesidades locales y abarcar visiones que puedan dialogar con las fuerzas del viento, el agua, la biodiversidad, la topografía y los retos de un país complejo en el que historicamente interactúan los habitantes intentando mejorar la forma de vida y en el cual estos proyectos buscan contribuir desde una visión poética de la pedagogía materializada en espacios encadenados a los procesos evolutivos de comunidades con las cuales se construyen de forma mancomunada.